sábado, 27 de febrero de 2010

Hacemos muchos regalos, pero..


No muchos que realmente lleguen a serlo. Recuerdo haber recibido tanta ropa en mi vida y cosas poco reconocibles que ya son incontables, pero si recuerdo la cara de la persona entregándome los regalos y así tenían mucho más sentido, que bueno, otras cosas.

Mis recuerdos son mejores regalos de mi familia que el objeto mismo que varias veces perdí.

Dedicadamente buscamos en otros lugares algo que exprese ese sentimiento retorcido y pocas veces entendido sobre una persona, hasta de nuestra misma pareja durante años.

¿Qué regalo sería la viva imagen de mi amor por ella? En afán de esta interrogante nos movemos y movemos al resto, buscando, sufriendo, puesto ninguno nos deja totalmente satisfechos y he ahí el miedo a no gustar, cuando dejamos de lado que el regalo fue el gesto, la dedicación y el tiempo; cosas que hasta en cantidad son más que el presente mismo; vaya, si supiéramos que fácil es hacer un regalo. No digo que para mi lo sea, pero en cambio ya derroté la idea insistente de buscar en otro lugar aquello que llevo dentro mío, que es único, como una huella digital o como cada gen humano. El amor de uno al resto es diferente, porque en cada sujeto se revela distinto y yo creo que cerrando mis ojos lo veo. Así es más fácil para mi llegar con esa frase "Espero te guste, pensé que este color, o tu talla, sabor, gusto o favorito... serían estos" Pues estuve horas pensando y regalando desde antes de llegar al final.

Y hoy, mi regalo son estas palabras

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