martes, 25 de mayo de 2010

Miedo de lo que ves



Seguro el miedo mejor entendido es el propio pues no hay caricatura burlesca ni canción ad hoc que lo represente mejor que la cara de quien lo siente.
Parece que nos perdemos en la sensación de desesperanza, y de sumisión respecto de lo que se nos avecina, aquello que viene sin máximo control. Claramente la reacción misma debiese ser inteligente pero solo nos mella, es que aunque nos preparemos lo inminente se hará presente y esa espera es tan cruel y fuera de nuestras manos que no nos queda más que actuar en base al pánico y al miedo, al terror mismo apoderándose de nuestros sentidos.



Es verdad que la intensidad de nuestros rostros representa lo poco que podemos hacer con lo que tenemos en frente, es la resignación misma diciendo "aquí estoy y no puedo hacer nada..."
Así, seguramente sintieron las víctimas de tortura en el mundo, en el pasado o durante la guerra, la peste, la falta de agua en muchos países, falta de comida, abrigo o amor, y que más bien siguen sintiendo todos aquellos que viven bajo el alero de los que se creen líderes y son unos corruptos; los niños que ven a sus hermanos morir de hambre, las víctimas de la guerra, y no es nuevo, existen animales que desean ver a su prójimo a su merced, disminuido a tal punto de hacerle ver qué poder tiene sobre él. Luego viene la vida y te enseña a sentir más miedo.
Aunque nunca es suficiente, seguiremos acercándonos a límites que nunca debiesen ser permitidos, porque como seres humanos debemos impedir que lo terrible, lo aberrante, desgraciado y cruel que cometemos sea aceptado por común. Es que muchos para librarse se vuelven monstruos, me pregunto por qué si existen más formas de vivir en paz que cercando nuestros entorno y sometiendo al otro para vivir en paz.
Veo que muy pronto no seremos nada, porque el miedo a lo que vemos no será más.
Y no quiero pensar que es un error, me parece más que es la imagen de la cual debemos aprender, pero que nunca es suficiente, seguimos creando tolerancia a estas cosas de tal modo que no nos parece muy importante ni muy terrible, hasta que claro, nos toca.

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