miércoles, 3 de marzo de 2010

Dime amigo: ¿La vida es triste o soy triste yo?


Hoy es la madrugada del 3 de Febrero, es el quinto día desde que Chile vivió la primera tragedia de gran envergadura del siglo XXI. Solo unos cuantos segundos bastaron para escribir la historia de la vida de miles de personas, que hoy saben en lo profundo de su corazón que ya nada volverá a ser igual. Para ellos, la empanada no tendrá el mismo sabor, el vino no los alegrara igual que antes y ya no corearan la cueca con el mismo brío. Porque después de aquel día, algunos no volverán a ver un rostro que les era familiar, ni tampoco volverán a habitar en aquella casa donde cada rincón guardaba un recuerdo. Hoy algunos gimotean como niños desamparados, otros desean derramar lágrimas, pero no lo consiguen. A muchos el dolor los fulminó como nunca antes, y ésta vez no había lugares donde refugiarse, ni había un corazón para aguantarlo, ni dulces versos para consolarlo, ni caricias para calmarlo. Ausente estaba la cálida ambrosía para alimentarlo y las bellas melodías para arrullarlo, y pérdidas estaban las manos que pudieran sujetarlo, así como los rostros amigos con quién compartirlo. Vivimos el día del llanto y el crujir de dientes. Los días que pasaron fueron los días más sombríos que he presenciado desde que existo. Llego a sentir que no importa cuanta ayuda le presto a la gente entregandoles información “útil”, ni cuanta ropa o alimentos pueda dar, porque mi corazón siente la pesadumbre de la desgracia colectiva, el sufrimiento del rostro desconocido. Porque es mi derecho y mi deber estar triste por mis compatriotas y hermanos; es instintiva la tristeza cuando la gente que uno ama cae en desgracia, sin embargo, lo que nos hace humanos no es sólo el instinto, también es la capacidad de percibir en un contexto común lo que un individuo diferente puede sentir, es decir, ser empático. El sábado luego del caos, fue el día de la radio a pila, de los susurros especuladores, y de las miradas inquietadas. Aguijoneados por las réplicas y los rumores de nuevas desgracias, Chile se paralizó. Fue el momento donde primó la negación y el aislamiento, rechazamos la verdad. El domingo, las zonas de desgracia, se volcaron y entregaron completamente a la ira, la rebelión ante el reconocimiento de la verdad, la rabia, la envidia por los que no sufren su dolor, el resentimiento, surgieron los por qué. ¿Por qué yo? ¿Por qué nosotros? ¿Por qué acá? ¿Por qué mi casa? ¿Por qué mi madre? ¿Por qué mi hijo?. Nos transformamos en lobos, porque lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro. El día lunes fue de una tónica parecida, sin embargo, se comenzó a negociar, a comprometerse con la verdad; hubo quienes hicieron acuerdos y se reunieron, conocieron a quien vivía al lado, hicieron guardia de noche con aquel que estacionaba el auto donde no debía, aquel que tenía el perro que ladraba mucho, o aquel que ponía la música fuerte, porque para sobrevivir a aquella experiencia había que pactar. Todos pactaron, incluso aquellos que fueron enemigos políticos y enemigos más allá de las fronteras. El martes, las imágenes de la prensa calaron hondo en nuestro ser. La gente afectada sintió la tristeza en plenitud, la tristeza de estar solos, de entender lo que pasaba, de tener que esperar sin poder hacer más, de tener que defenderse de quienes habían compartido una desgracia similar. Ayer fue el tiempo de la depresión, del abatimiento ante la verdad. Son las 3:43 de la mañana y me detengo en este artículo, porque para seguir escribiéndolo, necesito ver que pasa hoy.
Febrero 3, once de la mañana. La televisión me despierta sin informaciones graves, ni augurios de nuevas desgracias. La ayuda ha llegado a las ciudades afectadas, el pueblo ha comenzado el proceso de aceptación, y al fin, nos estamos reconciliando con la verdad. He querido destacar en negrillas todas estas palabras, para distinguir, que en estos cinco días hemos pasado por todas las etapas del duelo, a nivel nacional. Chile está de Duelo. Sin embargo, en todo duelo siempre hay un elemento, que es la esperanza, el sentimiento al cual se arrima nuestro espíritu humano. Tengamos esperanza, porque en palabras de Tito Livio, el sol no se ha puesto aún por última vez.

2 comentarios:

  1. Bien, no seríamos humanos ciertamente si no sintiéramos el dolor ajeno sin hacer nada al respecto, cada quien con su aporte y me consta que muchos pudiendo hacer más por sus hermanos se quedaron de brazos cruzados. Por qué a mi? o Por qué a mi familia...? Esas preguntas me hacen mucho ruido, sin embargo a mi alrededor está lleno de gente nueva, hemos dado un paso en nuestras vidas tan relevante que ya nadie es el mismo, y las cosas tienen una nueva oportunidad.

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  2. Realmente espectacular me encantooo! ojala que pasadas las etapas del duelo evolucionemos , no es tiempo de la involución dejemos atras el egoismo y todos los que somos afortunados de no estar tan afectados por este desastre natural salgamos a ayudar a las calles a la gente que mas lo necesita, y no nos quedemos solo con palabras de "que triste lo que pasa" como jovenes podemos hacer aun mas por la gente que lo esta pasando mal , miremos para el lado y dejemos de centrarnos solamente en nosotros , es verdad que al principio por logica todos nos preocupamos de nuestras necesidades pero ya pasados 5 dias hay que salir a ayudar al resto y demostrar que chile no es la gente que anda saqueando por las calles , sino que chile es la gente buena, la gente que quiere levantar el pais :D

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